ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
Aquí os ofrecemos algunas respuesta para las dudas o interrogantes que tengáis con respecto al matrimonio y la familia que vais a establecer dentro de poco.
01
ANUNCIAMOS EL VALOR DE LA FAMILIA Y DE LA VIDA
En la tremenda crisis actual, la familia vuelve a ser la gran protagonista que poco aparece en los medios de comunicación, pero está más presente que nunca en los millones de dramas personales que sufrimos.
Lugar único e insustituible de solidaridad, refugio de bondad para con los que caen en el desamparo, cimiento indispensable sobre el cual se debe reconstruir cualquier sociedad honrada y justa.
Por eso, hoy más que nunca, apremia devolver a la familia y al matrimonio su papel decisivo y fundamental. «Sí o sí».
0
2
LOS ACTUALES ESTILOS DE VIDA E IDEOLOGÍAS
Los actuales estilos de vida e ideologías; las debilidades emocionales y morales; las inseguridades económicas y la mutabilidad de los lugares de residencia, llevan al hombre contemporáneo, especialmente a los jóvenes, a actitudes contradictorias.
• Les asusta un compromiso irrevocable para toda la vida, y al mismo tiempo, sufren atrozmente cuando pierden o se debilitan sus lazos familiares, sus amistades, su trabajo o su estatus económico.
• Les gustaría tener una familia, pero sin comprometerse a ello. Les atrae la idea de tener hijos, aunque con límites; sin las graves responsabilidades que su manutención y formación comportan.
• Buscan subconscientemente puntos de apoyo y de referencias familiar y material, pero no quieren renunciar a un estilo de vida que les permita el placer egoísta, inmediato, intenso y desenfrenado.
03
04
05
LA VISIÓN CRISTIANA DE LA FAMILIA
Dos son los elementos esenciales constitutivos de la familia: el vínculo indisoluble del varón y de la mujer y la autoridad de los padres sobre los hijos.
EL CRISTIANISMO ELEVÓ LA FAMILIA
A UN IDEAL ALTÍSIMO
El primer amor esponsal que une a los cónyuges se enriquece con la paternidad. El elemento moral va prevaleciendo y los hijos traen consigo un nuevo lazo en la vida de la familia; el lazo de la paternidad.
«Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida», nos enseña Benedicto XVI.
EL MATRIMONIO Y SUS FINES
La Familia, como asociación de personas unidas por el vínculo de la sangre que hemos hablado, se establece mediante el contrato del matrimonio.
«Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia», enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (núm. 2.202). No existe, pues, familia sin matrimonio. El matrimonio es la más importante de las instituciones sociales, fundamento de todas
las demás. Es la base de la sociedad 7. Como enseña Juan Pablo II, junto con el Concilio, es el «origen y fundamento de la sociedad humana» 8.
Dos son los fines principales del matrimonio, según señalan Santo Tomás y los gran- des moralistas:
1. La procreación y educación de la prole. La procreación es necesaria para la perpetuación de la especie y consecuencia natural de la unión del varón y de la mujer. La educación es la consecuencia de la procreación, puesto que quien da el ser queda obligado a dar los medios para que éste siga existiendo.
2. El mutuo auxilio entre el hombre y la mujer y la satisfacción recíproca de las tendencias e impulsos físicos y morales.
1. UNIDAD - MONOGAMIA
El matrimonio debe ser de un solo hombre con una sola mujer, monógamo. La unidad es condición obvia para la realización del segundo fin del matrimonio, esto es, del mutuo auxilio. Es necesaria también para la buena educación de los hijos. Por el contrario, la poligamia —simultánea o sucesiva— va contra la mutua fidelidad y mutua ayuda. Es fuente de constantes litigios y discriminaciones. Ella desedifica y desmoraliza a los hijos.
06
07
08
09
10
2. INDISOLUBILIDAD
El matrimonio es intrínsecamente indisoluble. La permanencia vitalicia del vínculo matrimonial se funda no sólo en el hecho de ser éste un sacramento, sino también en su condición de contrato natural. Un contrato matrimonial disoluble atenta contra sus propios fines:
A) Donde hay disolubilidad del matrimonio, disminuye el número de nacimientos. Por otra parte, «el matrimonio —dice Santo Tomás— se ordena a la educación de la prole, no sólo durante algún tiempo, sino mientras ella viva. Por tanto, es de ley natural que ́los padres atesoren para los hijos ́ y que los hijos hereden a sus padres» 9.
De la disolución del matrimonio resulta una educación anónima de los hijos, sin el calor del afecto del padre o de la madre y sin el prestigio del padre y de la madre que, gracias al vínculo moral que los mantiene unidos, los hace respetables a los ojos de los hijos.
Un matrimonio unido, dedicado y honorable influye de la mejor forma posible en los hijos, si se toma en cuenta el papel prominente que los padres tienen en su formación. La falta del padre o de la madre, cuando se debe al egoísmo, pone en riesgo la fe de los hijos en todo el conjunto de los deberes morales y las repercusiones afectivas de esos deberes morales.
B) Sin la indisolubilidad, es imposible también cumplir la segunda finalidad del matrimonio de la mutua ayuda y recíproca satisfacción de la concupiscencia. Sin ella, las pasiones se desbordan. Cristo establece definitivamente: «Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera» (Lc. 16, 18).
Aún el matrimonio entre paganos —que no es sacramento—, enseña la Iglesia, «fue instituido por Dios e implica un vínculo perpetuo, indisoluble, que ninguna ley civil puede romper». Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre, dice Nuestro Señor (Mt. 19, 6).
3. ORIENTACIÓN HACIA LA FECUNDIDAD FÍSICA Y ESPIRITUAL
El matrimonio debe cumplir la finalidad de procreación y educación de los hijos a tal punto que siempre se ha reconocido que no pueden contraer matrimonio los impotentes. Es necesario, en beneficio de la raza, la perpetuación de la especie. Y Dios dijo: «Creced y multiplicaos, y llenad la tierra» (Gen. 1, 28).
«Los hijos son, ciertamente, el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus propios padres», dice el Concilio (GS, 48,1).
«La fecundidad del amor conyugal —nos explica el Catecismo— se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida» (núm. 1.952).
4. HETEROSEXUALIDAD
La heterosexualidad que se observa en el reino animal en general, se halla superior- mente presente en la naturaleza humana en el hecho de la división de los sexos con aptitudes y cualidades diferentes que se completan y apoyan mutuamente.
La sabiduría del Creador se expresa con exactitud, síntesis y poesía en el Libro Sagrado del Génesis: «Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios los creó; los creó varón y hembra. Y les echó Dios su bendición» (1, 27-28). El hombre se unirá con su mujer y serán dos en una sola carne, reafirma Nuestro Señor Jesucristo (Mt 19, 5). Sin heterosexualidad tampoco hay fecundidad.
5. EL MATRIMONIO ES UN CONTRATO
No se trata de un contrato meramente civil, sino natural, establecido por Dios antes de que existiesen la Iglesia y el Estado. Se trata de un contrato singular, distinto de los demás, instituido por Dios con obligaciones, condiciones y finalidades especiales (entre hombre y mujer, entre personas hábiles para la generación, irrevocable, etc.), que no se encuentra en los contratos consensuales. El contrato del matrimonio debe manifestarse y formalizarse.
6. LIBRE CONSENTIMIENTO
«La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos». Consentimiento que debe ser libre, «quiere decir: no obrar por coacción; no estar impedido por una ley natural o eclesiástica», enseña el Catecismo (núms. 2.001 y 1.625).